Sebastián Francisco de Miranda nació el 28 de marzo de 1750 en Caracas, Venezuela. Hijo de Sebastián de Miranda y Ravelo, español de Las Canarias, y Francisca Antonia Rodríguez Espinosa, caraqueña.
Francisco de Miranda constituye uno de los ejemplos más claros del espíritu de emancipación latinoamericana
Francisco de Miranda constituye uno de los ejemplos más claros del espíritu de emancipación latinoamericana y denuncia en su célebre proclama en Caracas, en 1806, que “la inconcebible ineptitud, inauditas crueldades y persecuciones atroces del gobierno español hacia los incautos e infelices habitantes del nuevo mundo desde el momento casi de su descubrimiento”.
Este personaje recorrió EE.UU., Europa y Rusia, y mantuvo asiduos contactos personales y epistolares con Thomas Paine, James Madison, Thomas Jefferson, Jeremmy Bentham, John Stuart Mill, Edward Gibbon y había leído a los autores de la Escuela Escocesa (especialmente Hume y Adam Smith), a Locke, Montesquieu y Voltaire. Además de su lengua nativa, hablaba y leía con fluidez italiano, francés, inglés y ruso (traducía del latín y del griego). Participó no solo en las luchas latinoamericanas sino —igual que Lafayette— en la Revolución de EE.UU. y en la Revolución Francesa hasta la contrarrevolución y el reino del terror lo puso preso por un tiempo; su nombre está grabado en el Arco de Triunfo.
Arturo Úslar Pietri dijo en el Senado venezolano el 4 de julio de 1966 que Miranda fue “La más extraordinaria personalidad que había florecido en el vasto, desconocido y rico lino del nuevo mundo. Era la flor y la asombrosa síntesis de tres siglos de historia y de magia creadora [...] Su apresurado peregrinaje por el mundo fue menos intenso, variado y sin tregua que su maravilloso viaje de deslumbramiento a través de los libros, las literaturas y las ciencias de los viejos y los nuevos tiempos. No hubo hombre de su siglo que hubiera reunido conocimientos más extensos y variados ni biblioteca comparable a la que llegó a reunir”.
Puede resumirse el aspecto medular de su visión en una carta dirigida a Thomas Paine en 1797:
“La conservación de los derechos naturales, y, sobre todo, de la libertad de las personas, seguido de sus bienes, es incuestionablemente la piedra fundamental de toda sociedad humana, bajo cualquier forma política en que ésta sea organizada”.
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